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18, 16, 14 y 13. Es el número de candidaturas que acumulan las cuatro favoritas a los Goya. Respectivamente, Blancanieves, Grupo 7, Lo imposible y El artista y la modelo. 18, 16, 14 y 13. Sumadas, 61. Una barbaridad, en el peor sentido del término. Con semejantes números uno casi imagina que se trata de las versiones españolas de El Padrino, Casablanca, Ciudadano Kane y Lo que el viento se llevó. Y tendrán sus virtudes, pero no es el caso.
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El efecto que han logrado los señores académicos es doble y pernicioso. Por una parte, que todo suene a exageración, a hipertrofia, a que se han inflado los méritos de esas cintas. Y por otra, consecuencia de la anterior, que el resto queden reducidas poco menos que a la categoría de morralla. Hay un abismo tremendo hasta los siguientes filmes que, osados ellos, han logrado acaparar 4-5 candidaturas.
Es comprensible, lógico y hasta esperable que en un año un puñado de películas destaque por encima del resto, ¿pero hasta ese punto? La imagen que acude a la mente es la de el académico de turno rellenando su papeleta (o lo que sea) como quien hace una quiniela sin tener demasiada idea o ganas de estrujarse el cerebro. “Blancanieves, muy original… Voy a marcar su casilla en todas las categorías… Grupo 7, por fin un trhiller en condiciones en este país… Menudo pelotazo Lo imposible, Bayona se ha coronado…” Y así…
Después, podríamos entrar a valorar cómo siempre se acaban colando los de turno, en este caso Penélope Cruz, o las eternas decisiones incomprensibles, como situar a Ewan McGregor en secundario cuando es el protagonista… No hay rastro de películas de bajo presupuesto o diferentes, como es el caso de Extraterrestre, de Vigalondo. Y podríamos seguir con la lista, pero para qué…
Lo único salvable, la categoría de mejor película europea: Shame, Intocable, De óxido y hueso y En la casa. Ahí sí que no se me ocurre ninguna pega.
