Tomo prestado el título de la novel de Faulkner para titular, de alguna manera, la fea resaca de los Goya.
El ruido lo generó en los días previos el comunicado de la Unión de Actores animando a convertir la gala en un acto reivindicativo, de crítica al gobierno, de rechazo a los recortes; el gobierno respondiendo que deberían ceñirse a celebrar un año de cine español; el presidente de la Academia recordando que la ceremonia no es solo de los actores y que el séptimo arte no pertenece a ningún partido político. Mucho ruido y no tantas nueces a lo largo de las 3 horas y cuarto de show. Sí, Eva Hache no ahorró en pullas, Candela Peña estremeció al auditorio y la audiencia televisiva al relatar que a su padre le habían faltado mantas y agua en el hospital, Maribel Verdú también fue contundente en su discurso, y otros, con menos fortuna, como Corbacho o Rueda, también dejaron caer algún que otro comentario; no faltaron chistes tirando a lamentables acerca del escándalo de los sobres en el PP… Pero todo muy civilizado.
La furia siguió al ruido en las redes sociales y en la prensa adscrita a la derecha. Lunes, 18 de febrero. “El sectarismo vuelve a delucir la gala de los Goya”, tituló ABC. “No a los Goya políticos”, clamó La Razón, que añadía: “Resulta inadmisible que una gala pagada con dinero público volviera a convertirse en un mitin contra el PP, con críticas de un sector privilegiado (…)”. Hoy, 19/02, abunda La Razón con un foto-montaje tirando a cutre, utilizando dos imágenes del rostro de Maribel Verdú, elegida mejor actriz, una de las más combativas, para recrear lo que definen como “La doble cara de los actores de los Goya”. Y se explica: “Maribel Verdú: de multipropietaria, vendedora de hipotecas y accionista de una clínica privada… a heroína antidesahucios y abanderada de las críticas al gobierno por los recortes”.
La maquinaria puesta en marcha para convertir a los actores en el nuevo pim-pam-pum. Pasará la tormenta y les tocará a otros, pero ahora mismo el temporal arrecia sobre uno de los colectivos que, por méritos propios o ajenos, más división generan en este país. Podríamos comenzar preguntándonos si Peña, Verdú y compañía acertaron al emplear el tiempo que se les concede para agradecer sus premios en lanzar críticas a la situación económica, en su conjunto y en lo que al cine se refiere. Les ampara la libertad de expresión y el hecho de que, ante todo, son seres humanos y ciudadanos. Encuentro pobre el argumento de que sus sueldos (deseados por la gran mayoría, pero con menos ceros de lo que piensan algunos) les invalidan a la hora de proclamar denuncias y reivindicaciones. Candela Peña habló de un caso que no podía tocarle más de cerca. Maribel Verdú no tiene por qué permanecer callada por haber vendido hipotecas.
Distinto es el momento y escenario elegidos. Una gala como la de los Goya, que no deja de ser, como todas, una copia de los Oscar, está diseñada para el auto-bombo y la promoción. Blancanieves, la gran triunfadora, ha doblado su presencia en los cines. De eso va este tinglado. Claro que la tentación es golosa cuando te observan en directo millones de espectadores y el presidente de la Academia, pese a la cautela que reclamó en fechas previas, es el primero en pronunciar un discurso muy, muy crítico, para sarpullido del ministro Wert. Macho, sin embargo, hablaba en nombre de todos y ciñó sus palabras al preocupante panorama que se le abre al cine patrio. El resto se expresó a título personal y habló de lo que creyó oportuno. De nuevo: tan respetable como, quizás, desacertado. A los actores (como a los directores y a los técnicos de sonido) nadie les impide convocar ruedas de prensa o acudir a manifestaciones. Bien podían esperar la reacción que han generado sus palabras, y aunque siempre cabe la opción de que les importara un bledo, lo inteligente en estos casos es calibrar tus fuerzas; sopesar si tienes más que perder o ganar.
Porque lo último que necesita el cine español es que, así a lo bruto, la mitad de este país se le lance a la yugular. Y que vuelvan los discursos despectivos, los que gustan de retratar a actores, sobre todo, y al resto del gremio como una panda de rojos que viven de la sopa boba, las subvenciones y las carantoñas de la izquierda. El cine español ya tiene suficientes problemas como para incitar a sus enemigos. La desconexión con buena parte del público es evidente. Creo que Macho acertó al advertir de que la gala de 2003, la del “No a la guerra”, les hizo daño por el efecto rechazo. Efecto que puede reproducirse 10 años después. La abusiva subida del IVA al 21 por ciento es un torpedo directo a la línea de flotación de la industria. Que nadie se ponga la venda con la magnífica taquilla de 2012. Ya hemos insistido en este blog en que la cifra está tremendamente desvirtuada por los éxitos de Lo imposible, sobre todo, y Tadeo Jones. Al resto le sigue costando horrores llenar las salas. Y lo que ha funcionado bien, ojo, se produjo antes del IVAzo. Los efectos del 21 por ciento se empiezan a notar ahora.
No quiero tirar la piedra y esconder la mano. No oculto que el cine que se hace en España no es mi favorito, y que en buena medida se debe a una cuestión de prejuicios. Es más un asunto visceral que cerebral. Los temas que habitualmente se abordan no me seducen y encuentro el nivel interpretativo… poco satisfactorio. Percepciones que no son óbice para admitir que en este país hay grandes directores, actores, guionistas y directores de fotografía. Gente muy buena que trabaja muy bien. Y no pienso sólo en los obvios, los Almodóvar, Amenábar, Bayona, Bardem, Tosar, Cámara. Pienso también en los Vigalondo, Areces, Arévalo. Me quedo con las palabras del citado Bayona: hagamos películas grandes, medianas y pequeñas; seamos ambiciosos, acabemos con la estrechez de miras. Hay una alergia evidente al cine de género. Casi entran en la categoría de milagro thrillers como No habrá paz para los malvados o Grupo 7. Ahora están de moda, pero costó que se rodaran con asiduidad las tan celebradas y exportadas cintas de terror psicológico que nos dan fama internacional, desde El orfanato a Los otros. Los últimos Goya dejaron esto muy claro: ¿dónde estaban REC o Extraterrestre? Se echa de menos una mayor variedad.
Como advertíamos ayer en este blog, el panorama es negro para el cine español. Ya lo era por la subida de impuestos, la revisión del sistema de subvenciones y un largo etcétera. La sucia resaca de los Goya amenaza con aumentar la brecha, innegable, abierta ante cierto sector de la sociedad. Que les demonicen y arrojen a los pies de los caballos es lo último que necesitan. ¿Deben por esto callarse? La respuesta es no. Pero son los primeros que saben que tienen todas las de perder.
Y que estemos hablando de todo esto… Qué lástima.