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Últimamente parece que el cine francés por fin ha dejado de mirarse el ombligo y ha encontrado la tecla para conectar con una audiencia más allá de las fronteras francoparlantes. El concierto (Le Concert, 2009), Los seductores (L’arnacoeur, 2010), Intocable (Intouchables, 2011) o El nombre (Le prénom, 2012) son algunos ejemplos de este resurgir popular del cine de nuestros vecinos por Europa y que, en general, se basa en unas premisas muy sencillas: humor blanco, cierta mirada social pero sin demasiada carga crítica y, por fin, finales cerrados y que se entienden. Muy de agradecer, por otro lado.
El chef, la receta de la felicidad (Comme un chef, 2012) se ajusta como un guante a este patrón de nuevo cine frances. Partiendo de una situación de absoluta comedia, el encuentro de un chef fracasado pero genial con otro reputado y sin ideas, parte una historia para el absoluto regocijo en torno a la comida, con bastantes dardos envenenados hacia la nueva cocina de diseño, pero con un happy end digno de una película de Capra. La conexión entre la dupla protagonista, Michaël Youn como el cocinero prometedor y Jean Renó como el chef en declive, es muy buena, tanto que parecen papeles pensados para ellos, y desde luego risas no faltan con las peripecias de estos dos artistas culinarios que se necesitan el uno al otro para solucionar sus problemas (recuperar a su pareja el primero y evitar el cierre de su restaurante el segundo).
Aún con todo, la historia se alarga innecesariamente con subtramas un poco cogidas por los pelos y, sobe todo, por una patética intervención de Santiago Segura auspiciada seguramente por la inversión española en la producción. Con su aparición, con un doblaje espantoso y rompiendo el ritmo de la historia, Segura es como el señor que pasa con las palomitas delante tuyo cuando ya ha empezado la película: un estorbo por el que, espero, haya ganado mucho dinero.
Un comedia muy digna que abre el apetito y te deja lleno, que no saciado, de risas. No está en su jugo, como este blog, pero se puede ver.
Veredicto: 6
Lo mejor: Que no jueguen con la comida.
Lo peor: Santiago Segura.